Los termómetros callejeros mienten.

Antonio Rivera - 16 Jul 2014 - 19:47

Forman parte desde hace años del paisaje urbano de nuestras ciudades. Aunque están ahí todo el año marcando incansablemente el devenir del tiempo y los vaivenes de la temperatura, esta semana es la suya: van a abrir más de un telediario, van a ocupar más de una portada de más de un periódico, y seguro que aparecen en más de una página web. Lucirán brillantes bajo un sol de justicia mientras marcan temperaturas escandalosas...44-45...50ºC..quién sabe.

El problema es que mienten...bueno no seamos tampoco tan drásticos ya que ellos no tienen la culpa. Para entender esto bien, vamos a empezar por definir qué es la temperatura. La temperatura puede definirse como la magnitud física que indica objetivamente la cantidad de calor existente en un cuerpo. Los cuerpos, tanto los sólidos, los líquidos como los gaseosos están formados por átomos, los cuales están en constante movimiento. Estos movimientos pueden ser lineales como en el caso de los líquidos y en los gases, o simples vibraciones, como en el caso de los sólidos. La temperatura es la medida de ese movimiento, de la energía cinética media de los átomos. A mayor velocidad en el movimiento de dichos átomos, mayor temperatura. La temperatura que habitualmente se maneja en meteorología y climatología es la temperatura del aire, que indica por tanto la velocidad media de los átomos que forman el aire. Y cómo medir esa velocidad media? Difícil verdad?...necesitaríamos miles y miles de velocímetros para poder ir calculando esas velocidades.

El ingenio humano, que suele ponerse a funcionar ante las dificultades, fue capaz de solventar este problema midiendo indirectamente la temperatura, a partir del efecto que un cambio de temperatura produce en algunas propiedades físicas observables. Así, por ejemplo, los termómetros de mercurio miden realmente cómo varía el volumen de una sustancia dependiendo de su temperatura; o los digitales que miden cómo varía una resistencia eléctrica en función de la temperatura. Para obtener correctamente la temperatura del aire es preciso adoptar una serie de precauciones: así, por ejemplo, los termómetros, a indicación de la Organización Meteorológica Mundial, se instalan en una garita meteorológica, bien aireada, pintada de blanco, a metro y medio de altura, sobre césped y con las puertas que abren al norte. De esta forma obtendremos una uniformidad de medición entre unos lugares y otros. Es evidente que un termómetro callejero no cumple los requisitos establecidos por la OMM, con lo cuál, partiendo ya de este aspecto, su medición ni es oficial ni fiable, máxime cuando muchos de ellos están además mal calibrados.

Pero aún tenemos que añadir un problema más a nuestros protagonistas de hoy: cuando les da el sol, la lectura que nos dan no será la correcta, ya que los rayos del sol calientan el propio termómetro (y mucho ya que son metálicos), que a su vez calienta el aire que tiene a su alrededor, aumentando pues la temperatura que acaban marcándo. A esto se debe la baja fiabilidad de los termómetros callejeros, sobre todo durante las horas diurnas y a pleno sol, cuyas lecturas pueden estar varios grados por encima de los reales. No es por tanto una cuestión de que la temperatura al sol es mucho más elevada que a la sombra, algo por cierto totalmente erroneo ya que, aunque les parezca mentira, es prácticamente la misma. Recuerden que la temperatura es la velocidad media de los átomos y estos tienen la misma al sol que a la sombra ya que están mezclandose constantemente. Otra cosa es que cuando nos ponemos al sol notamos más temperatura porque los rayos del sol calientan nuestra piel haciéndonos sentir más calor.

Con todo lo visto hasta ahora ya creo que les habrá quedado claro que cuando estos días vean en la tele esos termómetros relucientes marcando temperaturas saharianas, mientras que el reportero de turno nos dice algo así como: en estos momentos en Sevilla tenemos 48ºC..., les estarán mintiendo, al igual que hacen nuestros termómetros callejeros; aunque claro, estos últimos no tienen la culpa...