Chernobyl
Antonio Rivera - 20 Ene 2012 - 16:11 Seguir @meteolp
Ayer, 26 de abril, se cumplieron 25 años de una tragedia que mantuvo en vilo a la humanidad. Tras las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, el miedo por lo nuclear, se había adueñado de las conciencias de la población mundial. A pesar de eso, y de las múltiples protestas, la energía nuclear se fue abriendo camino debido sobre todo a su gran potencial como fuente de energía.
Pero aquel 26 de abril del que hoy se cumplen 25 años, la energía nuclear iba a sufrir un duro golpe tras el gravísimo accidente ocurrido en la central de Chernobyl. Aquel día, durante una prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico, una barbaridad en toda regla que sólo pudo ser debida a la incompetencia y a la prepotencia de los responsables de la central, un aumento súbito de potencia en el reactor 4 de esta central nuclear, produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor nuclear, lo que terminó provocando la explosión del hidrógeno acumulado en su interior.
No se trata aquí de evaluar y juzgar este accidente, muchos lo han hecho ya a lo largo de estos años, pero sí que me gustaría destacar, más que nada para tranquilidad de la gente, es que lo que ocurrió en Chernobyl no podría pasar en nuestras actuales centrales nucleares nunca. No ya por que sería difícil que alguien se volviera medio loco haciendo las pruebas que los rusos hicieron, sino porque aunque se diera esta circunstancia, los reactores actuales son muy distintos, y sin entrar en complicadas cuestiones físicas, sería imposible que se desencadenara la reacción que allí tuvo lugar. (El reactor de Chernobyl usaba grafito como moderador y agua como refrigerante. En este caso, tanto si la reacción en cadena se descontrola como si se produce una pérdida de agua, el efecto es el contrario al que sucede en nuestros reactores LWR, que utilizan agua como moderador y refrigerante, y en los que se detiene la reacción)
Pero hoy quería mirar este accidente desde otro prisma. Siempre me ha llamado la atención que tras el mutismo por parte de las autoridades soviéticas en las primeras horas del desastre, recuerden que estábamos en plena guerra fría, las primeras alarmas de radiactividad en la atmósfera se detectaran ni más ni menos que en Suecia. Concretamente, el 27 de abril, se encontraron partículas radiactivas en las ropas de los trabajadores de la central nuclear de Forsmark. Tras comprobar que no se había producido ningún escape en la propia central se empezó a sospechar que algo podría haber pasado lejos de allí.
Y, ¿cómo fue a parar esa radiactividad precisamente a Suecia, a unos 1.100 Kilómetros de la central de Chernóbil?. Pues bien, miremos a la meteorología para encontrar la respuesta. El mapa que les incluyo a continuación es el de aquel fatídico 26 de abril de 1986.
En el mapa he señalizado el potente anticiclón que en esos momentos se encontraba sobre el norte de Rusia, provocando vientos con la dirección que les señalo con las flechas. Como pueden apreciar, durante ese día, los vientos soplaron con dirección Noroeste, llevándose con ellos parte de la radiación hacia Escandinavia. Esa es, ni más ni menos, la razón de por qué fue precisamente en Suecia donde se detectaron los primeros índices alarmantes de radiactividad en la atmósfera.
La radiación emitida a la atmósfera fue terrible, alrededor de 500 veces mayor que la que se liberó en las bombas sobre Japón que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial. Se estima, según un estudio reciente de la ONU, que el número de muertos debidos directamente a la catástrofe sobrepasa ligeramente el medio centenar (más de 200.000 según Greenpeace....) a los que hay que añadir los miles de ciudadanos que sufrieron secuelas más o menos graves debido a las radiaciones. De una forma u otra, lo que sí queda claro es que fue una tragedia terrible.
Ha querido el destino que se celebren los 25 años de aquel episodio mientras aún sigue en marcha el accidente de Fukushima, que sin llegar ni mucho menos a la gravedad de aquel (se estima que la emisión en Fukushima ha sido sólo un 10% de la que se produjo en Chernobyl) ha devuelto a la palestra la antigua batalla antinuclear. Esperemos que sea el último gran accidente nuclear, y que mientras solucionamos nuestro cada vez más acuciante problema energético (cada vez somos más y gastamos más), que la energía nuclear no nos vuelva a dar más sustos de este tipo.